El guardián guaraní: la historia de Ana Romero
- jakob usandivaras
- 2 nov 2024
- 3 Min. de lectura
En el corazón de los exuberantes paisajes y la vibrante cultura de Paraguay se encuentra un viaje tejido con hilos de resiliencia, lucha y triunfo. El viaje de Ana Romero, guardiana del patrimonio indígena de Paraguay y un faro de esperanza para su pueblo.

La historia de Ana comienza en el departamento de Boqueron , en la extensión superior del Chaco paraguayo, donde las melodías rítmicas del pueblo guaraní resuenan a través de los bosques ancestrales. Nació en el pueblo indígena guaraní , una de las 19 comunidades indígenas de Paraguay. Al crecer a la sombra de la Guerra del Chaco, Ana escuchó las historias de supervivencia de su abuelo, lo que despertó una profunda curiosidad por su herencia. Escuchaba los cuentos y las vívidas experiencias de su abuelo mientras sus 60 nietos caminaban con ella por antiguas bases militares, tiendas de campaña de hospitales y tierras donde alguna vez hubo guerra. Desarrolló un deseo ardiente de aprender más y más sobre su origen, las historias de su familia y las historias que tenían para contar. Sintió un anhelo inquieto por el conocimiento. Entre los muros de su escuela local su intelecto floreció, pero fue cuando sus mayores la animaron a unirse al grupo cultural juvenil de su pueblo , donde realmente profundizó en los entresijos de su herencia cultural, y se sumergió en la tradición de su pueblo.

Todo comenzó cuando ella trabajó con otros líderes juveniles de su comunidad para organizar el Arete Guasu, un festival de tres días en el que todas las familias de la comunidad guaraní se reunían para honrar a los muertos y recordar la historia de su pueblo. Bailaban, contaban historias de su infancia, se disfrazaban y jugaban juegos que se remontaban a los primeros tiempos de su pueblo. Sin embargo, sus mayores notaron algo especial en ella: su compasión, su anhelo de generar cambios y la fuerza que encontró a través de su cultura. Sabían que estaba destinada a la grandeza. Sabían que ella sería la luz que guiaría la lucha por proteger el patrimonio cultural de Paraguay.
Anna fue nombrada miembro del consejo de jóvenes de su tribu, un honor significativo que le fue otorgado. En su tribu, como en muchas otras, las mujeres son las guardianas del conocimiento y la cultura. Encargadas de la preservación de la lengua, el territorio, las artesanías tradicionales y la sabiduría ancestral, son el corazón palpitante de sus comunidades, portadoras del conocimiento acumulado de generaciones. Al reconocer el papel fundamental de las mujeres indígenas, Anna sintió un profundo sentido del deber de abogar por una mayor participación en las esferas política, social y económica: “Es importante que dentro de los programas políticos y en los propios poderes del Estado se tenga en cuenta la visión de las mujeres indígenas”, enfatiza Romero. Ella entendió que el papel de la perspectiva de las mujeres en la formulación de políticas y la gobernanza era fundamental. Y empoderar de manera inclusiva las voces de las mujeres indígenas es crucial para la supervivencia y la prosperidad de sus comunidades tanto ahora como en los años venideros.

Armada de ambición y con un título en relaciones internacionales, Anna se embarcó en una misión para elevar a su comunidad y amplificar las voces de su cultura en un escenario global. Su viaje la llevó al corazón de la Amazonía brasileña, donde se unió al Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), que lucha por la conservación de las tierras nativas en la Amazonía. Al regresar a casa, fundó la Unión de Jóvenes Indígenas de Paraguay, una plataforma dedicada a empoderar a los jóvenes y las mujeres para que se conviertan en los futuros administradores de las culturas indígenas. Desde Bélgica hasta Brasil, los viajes de Anna dejaron una marca indeleble, recordándonos a todos que somos guardianes de la biodiversidad, custodios de la historia y arquitectos de nuestro futuro. Nos insta a tomar medidas y dar forma al mundo que imaginamos para las generaciones venideras.

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